domingo, 15 de mayo de 2011

Coveta Fuma-Playa San Juan

        D. Carlos y sus amigos, como de costumbre, cada semana se reunen  un día en un  lugar determinado para hacer senderismo. En esta ocasión habían quedado hacer el recorrido que va desde la Coveta Fuma a la Playa de San Juan. Allí llegaron a las ocho en punto, pero una tenue lluvia hace  que tengan que esperar refugiados debajo de un portal. Permanecen un rato para que despeje el cielo. Deciden dar una vuelta por la urbanización mientras pueden asegurar que el tiempo no amenaza tormenta. Buscan el camino que muy bien señalizado, con una raya blanca y otra amarilla en paralelo, va marcando el recorrido. Al parecer la zona debe estar protegida.

 Hoy el paisaje es costero, muy distinto al que acostumbran hacer cada semana D. Carlos con Lluiset y sus amigos. Por la ladera de la “Lloma Redona” abundan el tomillo y el esparto. Llegan donde esta un torreón de vigilancia desde donde se contempla todo el horizonte. En la vertical los acantilados que alternan con las calas o playas.
 

          Contemplada la vista bajan por un camino con mucha pendiente y con alguna dificultad a la Cala d’Enmig y la del Morro Blau, con sus orillas hechas de grava, de piedras redondas y llenas de algas. Las urbanizaciones crecen sin parar como enjambre de casas y chalets que se comen hasta la misma playa.

          El día sigue nublado. En algún tramo la lluvia cae finamente que sin darse cuenta va impregnando la ropa de D. Carlos, de Lluiset y sus amigos. Llegan a la denominada playa de L’Amerador. El nombre da pie a comentar su origen. En valenciano se dice “amerar” que significa remojar. Cuentan que como en la zona abunda el esparto, en este lugar se colocaba a remojo para ablandarlo y luego picarlo y poderlo trabajar.

          Una  lengua de tierra denominada “Cova del llop mari” separa la cala anterior de la playa de L’almadrava, aquí en otros tiempos se pescaban atunes con unas redes grandes. Atraviesan toda la playa de piedras redondas limadas por las olas que hacen un pisar diferente del suelo más duro y estimula a la planta del pie que ya viene cansada de las dos horas largas que llevan de camino. Aquí hacen un pequeño descanso para tomar un bocadillo y almorzar.

Llegan a L’illeta donde hay un torreón de vigilancia y excavados sobre el mismo acantilado los llamados “banyets de la reina”. Estas bañeras en la misma roca, que se comunican entre si, no revelan cual sería su utilidad en el pasado. En el pequeño collado, situado arriba de los "banyets", hay unas excavaciones de un poblado íbero. Visitada la zona caminan hacia el puerto deportivo que han construido allí mismo y a continuación esta la "Platja del Trajo".

          Cala, collado, playa, espigón que hace de rompeolas y levanta la espuma blanca del azul mar y en gris día, la ausencia de gente magnifica la inmensidad del mar. Y andando y recordando los nombres que salen al paso de los lugares: Racó de la Safra, Bañador de les Llances, Moltavista, Platja de Sant Joan, Don Carlos va buscando la procedencia y origen del nombre que  en unos casos aparecen con clarividencia  y en otros no dicen nada.

          La lluvia vuelve a enturbiar el día y después de cruzar el nuevo paseo de la Playa de San Juan, de pavimento resbaladizo por estar mojado, cogen el coche estacionado en una de las calles y buscan el restaurante para comer una paella de conejo y caracoles que no quedo al gusto de los cuatro comensales.

         

1 comentario:

  1. Muy bonita excursión. Los llamados "baños de la reina" nunca fueron tales. Eso es un leyenda. No hubo ni baños ni reina. Los excavaron los romanos para su uso como piscifactoría, por eso tiene divisiones en su interior, donde iban clasificando a los peces por tamaño. Esas excavacines forman parte del conjunto arqueológico de la Illeta, por donde pasaron muchas civilizaciones: íberos, romanos, de los que queda más constancia que de ningún otro pueblo: Era un asentamiento comercial con bastante movimiento de mercancías, especialmente de vino. también estuvieron los árabes. Los objetos óriginales encontrados están en el Museo Arqueológico de Alicante (MARC). Vale la pena hacer una visita al yacimiento coincidiendo con la caída del sol. Es una maravilla.

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